Hay un antiguo refrán que dice que el camino hacia el infierno está hecho de buenas intenciones. Hay millones de personas que intentan ayudar con muy buena intención, dando consejos a los demás y sin preocuparse de seguir ellos mismos sus propios consejos. Es tan grande la felicidad de dar consejos que ¿a quién le importa que yo los siga?
La felicidad de dar consejos a los demás es una felicidad muy sutil y egoísta. La persona a la que aconsejas se convierte en un ignorante y tú eres quien sabe. El consejo es lo único que todo el mundo da pero nadie sigue; y es mejor que así sea, porque quienes los dan no saben nada, aunque no vayan con malas intenciones.
Recuerda, si quieres cambiar el mundo tienes que cambiarte primero a ti mismo; esta es la naturaleza de las cosas. La revolución empieza por uno mismo. Sólo así podrás irradiarla a los corazones de los demás. Primero, debes comenzar el baile y entonces verás el milagro: los demás también empezarán a bailar.
El baile es contagioso, el amor también lo es, y la gratitud, y la religiosidad, y la rebelión; todos son contagiosos. Pero antes tienes que encender la llama que quieres ver en los ojos de los demás”.
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