martes, 7 de junio de 2011

Hay un antiguo refrán que dice que el camino hacia el infier­no está hecho de buenas intenciones. Hay millones de personas que intentan ayudar con muy buena intención, dando consejos a los demás y sin preocuparse de seguir ellos mismos sus propios consejos. Es tan grande la felicidad de dar consejos que ¿a quién le importa que yo los siga?

La felicidad de dar consejos a los demás es una felicidad muy su­til y egoísta. La persona a la que aconsejas se convierte en un ignorante y tú eres quien sabe. El consejo es lo único que todo el mun­do da pero nadie sigue; y es mejor que así sea, porque quienes los dan no saben nada, aunque no vayan con malas intenciones.

Recuerda, si quieres cambiar el mundo tienes que cambiarte primero a ti mismo; esta es la naturaleza de las cosas. La revolu­ción empieza por uno mismo. Sólo así podrás irradiarla a los co­razones de los demás. Primero, debes comenzar el baile y enton­ces verás el milagro: los demás también empezarán a bailar.
El baile es contagioso, el amor también lo es, y la gratitud, y la religiosidad, y la rebelión; todos son contagiosos. Pero antes tienes que encender la llama que quieres ver en los ojos de los demás”.

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