domingo, 29 de mayo de 2011

Tendencia Vital

Hay que saber cuándo una etapa llega a su fin. Cuando insistimos en alargarla más de lo necesario, perdemos la alegría y el sentido de las otras etapas que tenemos que vivir.

Poner fin a un ciclo, cerrar puertas, concluir capítulos... no importa el nombre que le demos, lo importante es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya terminaron. ¿Me han despedido del trabajo? ¿Ha terminado una relación? ¿Me he ido de casa de mis padres? ¿Me he ido a vivir a otro país? Esa amistad que tanto tiempo cultivé, ¿ha desaparecido sin más? Puedes pasar mucho tiempo preguntándote por qué ha sucedido algo así. Puedes decirte a ti mismo que no darás un paso más hasta entender por qué motivo esas cosas que eran tan importantes en tu vida se convirtieron de repente en polvo.
Pero una actitud así supondrá un desgaste inmenso para todos: tu país, tu cónyuge, tus amigos, tus hijos, tu hermano; todos ellos estarán cerrando ciclos, pasando página, mirando hacia delante, y todos sufrirán al verte paralizado.

RECUERDOS. Nadie puede estar al mismo tiempo en el presente y en el pasado, ni siquiera al intentar entender lo sucedido. El pasado no volverá: no podemos ser eternamente niños, adolescentes tardíos, hijos con sentimientos de culpa o de rencor hacia sus padres, amantes que reviven día y noche su relación con una persona que se fue para no volver. No podemos ser empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Todo pasa, y lo mejor que podemos hacer es no volver a ello. Por eso es tan importante (¡por muy doloroso que sea!) destruir recuerdos, cambiar de casa, donar cosas a los orfanatos, vender o dar nuestros libros.

Todo en este mundo visible es una manifestación del mundo invisible, de lo que sucede en nuestro corazón. Deshacerse de ciertos recuerdos significa también dejar libre un espacio para que otras cosas ocupen su lugar. Dejar para siempre. Soltar. Desprenderse. Nadie en esta vida juega con cartas marcadas. Por ello, unas veces ganamos y otras, perdemos. No esperes que te devuelvan lo que has dado, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor.
Deja de encender tu televisión emocional y ver siempre el mismo programa, en el que se muestra cómo has sufrido con determinada pérdida: eso no hace sino envenenarte. Nada hay más peligroso que las rupturas amorosas que no aceptamos, las promesas de empleo que no tienen fecha de inicio, las decisiones siempre pospuestas en espera del "momento ideal".

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando puertas abiertas "por si acaso", nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

DEJARLO IR. Antes de comenzar un nuevo capítulo hay que terminar el anterior: repítete a ti mismo que lo pasado no volverá jamás. Recuerda que hubo una época en que podías vivir sin aquello, sin aquella persona, que no hay nada insustituible, que un hábito no es una necesidad.
Puede parecer obvio, puede que sea difícil, pero es muy importante. Cerrar ciclos. No por orgullo, ni por incapacidad, ni por soberbia, sino porque, sencillamente, aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo.
Deja de ser quien eras, y transfórmate en el que eres...Esa es la vida...

sábado, 14 de mayo de 2011

Maquillar la esquizofrenia

El síntoma más difícil de aliviar, en cualquier enfermedad, es el rechazo. Los pacientes pueden enfrentarse a él y los medicamentos que toman, enmascararlo; pero su superación no depende ni de uno ni de los otros, sino de quien lo inflige. Ese es el problema. Los afectados por enfermedades mentales figuran entre los enfermos que más discriminación soportan. Especialmente los que sufren el látigo de la esquizofrenia, que es uno de cada cien ciudadanos. «Los medicamentos han contribuido a la integración social de los afectados. El camino pendiente de recorrer es todavía largo, porque el deterioro intelectual del paciente esquizofrénico es brutal y, como en el alzhéimer, se extiende a todos los ámbitos de la vida».
Así lo explica el psiquiatra Pedro Sánchez, de la unidad de Psicosis Refractaria del Hospital Psiquiátrico de Vitoria, que analizará hoy en el foro Encuentros con la Salud de EL CORREO los avances que la medicación ha permitido en la integración social del paciente esquizofrénico. «La terapia facilita que los afectados se incorporen al arroyo en el que circulamos todos los ciudadanos, pero hacen falta el apoyo institucional y el de la empresa privada, con el fomento de empleo protegido, para lograr una integración plena; y eso, en tiempos de crisis como los actuales, resulta complicado», razona el especialista.
La esquizofrenia está considerada como una de las patologías más devastadoras. La imagen que de ella transmite la película que la popularizó, 'Una mente maravillosa', es irreal. «Es bastante engañosa porque te hacen creer que una persona con esquizofrenia puede ser capaz de diseñar una teoría matemática fabulosa; y eso es falso. John Nash consiguió el premio Nobel por el trabajo que hizo antes de que se le desatara la enfermedad. Una vez que eso ocurre, la persona queda ya muy limitada», relata el experto, profesor de la Facultad vasca de Medicina y Odontología.
Pérdida del placer
Cuando empieza, todos los ámbitos de la vida se ven tocados por la dolencia. La esquizofenia, que se origina en los hombres a partir de los 15 años y en las mujeres a los 20, afecta a la conducta, la afectividad y las relaciones sociales. Su síntoma más llamativo son las alucinaciones. Los pacientes se sienten perseguidos. La televisión habla de ellos, les acosan los servicios de inteligencia, sus parejas les son infieles y se ven víctimas de una gran conspiración.
Los fármacos actuales, herederos de los primeros antipsicóticos diseñados en las décadas de los 50 y 60, permiten controlar los delirios. No resultan, sin embargo, tan eficaces con otros efectos de la enfermedad, que son tan o más invalidantes. No se controlan bien el deterioro intelectual, la capacidad para sentir placer, incluso en las cosas más pequeñas, ni la falta de energía vital. La terapia combina por ello la medicación con la rehabilitación social. «La integración es fundamental porque el paciente que no la logra para los 40 años puede haber perdido todos los trenes de la vida», resume Pedro Sánchez.